The Cosmic Fémina (Jimetaler): Crónicas Marcianas de Ray Bradbury

Introducción al Blog "The Cosmic Fémina"


Eres la visita número

Crónicas Marcianas de Ray Bradbury


"La Tercera expedición", llevada a cabo por un séquito de hombres que viajan hacia el planeta rojo en busca de descubrimientos y aventura, es el comienzo de una fascinante y reflexiva, aunque confusa y delirante visita por los engañosos suelos de Marte y a sus habitantes, que ciertamente no parecen ser muy distintos a los humanos, tanto en costumbres y rasgos, ¡incluso lenguaje!. 
¿Un viaje en el tiempo? ¿Una visita al pasado? A primera instancia, este planeta parece remontarse hasta los años 20, y los tripulantes, excitados y contrariados a su vez, parecen experimentar diversas opiniones al respecto, sin embargo no tienen la certeza de qué es lo que les aguardará en ese enrarecido y misterioso sitio... 

"-Bueno, pienso que reordenaría la civilización de Marte, de modo que se
pareciera, cada día más, a la de la Tierra. Si fuese posible reproducir las plantas,
las carreteras, los lagos, y aun los océanos, los reproduciría. Luego, mediante una
vasta hipnosis colectiva, convencería a todos en un pueblo de este tamaño que
esto era realmente la Tierra, y no Marte.
-Bien pensado, Hinkston. Creo que estamos en la pista correcta. La mujer de
aquella casa piensa que vive en la Tierra. Ese pensamiento protege su cordura.
Ella y los demás de este pueblo son los sujetos de¡ mayor experimento en
migración e hipnosis que hayamos podido encontrar.
-¡Eso es! -exclamó Lustig.
-Tiene razón -dijo Hinkston.
El capitán suspiró.
-Bien. Hemos llegado a alguna parte. Me siento mejor. Todo es un poco más
lógico. Ese asunto de las dimensiones, de ir hacia atrás y hacia delante viajando
por el tiempo, me revuelve el, estómago. Pero de esta manera... -El capitán
sonrió-: Bien, bien, parece que seremos bastante populares aquí.
-¿Cree usted? -dijo Lustig---. Al fin y al cabo, esta gente vino para huir de la
Tierra, como los Peregrinos. Quizá vernos no los haga demasiado felices. Quizás
intenten echarnos o matarnos.
-Tenemos mejores armas. Ahora a la casa siguiente. ¡Andando!
Apenas habían cruzado el césped de la acera, cuando Lustig se detuvo y miró a lo
largo de la calle que atravesaba el pueblo en la soñadora paz de la tarde.
-Señor -dijo.
-¿Qué pasa, Lustig?
-Capitán, capitán, lo que veo...
Lustig se echó a llorar. Alzó unos dedos que se le retorcían y temblaban, y en su
cara hubo asombro, incredulidad y dicha. Parecía como si en cualquier momento
fuese a enloquecer de alegría. Miró calle abajo y empezó a correr, tropezando
torpemente, cayéndose y levantándose, y corriendo otra vez.
-¡Miren! ¡Miren!
-¡No dejen que se vaya! -El capitán echó también a correr.
Lustig se alejaba rápidamente, gritando. Cruzó uno de los jardines que bordeaban
la calle sombreada y entró de un salto en el porche de una gran casa verde con un
gallo de hierro en el tejado.
Gritaba y lloraba golpeando la puerta cuando Hinkston y el capitán llegaron
corriendo detrás de él. Todos jadeaban y resoplaban, extenuados por la carrera y
el aire enrarecido."

Fragmento del relato "La Tercera Expedición", tomado del libro: Crónicas Marcianas, de Ray Bradbury.





No hay comentarios:

Publicar un comentario