The Cosmic Fémina (Jimetaler)

Introducción al Blog "The Cosmic Fémina"


Eres la visita número

PREDESTINADO NO

Tal vez hoy sea el día menos oportuno para ser positivo. Tal vez hoy esté derrumbada de nuevo debajo del predestinado NO, pero sé que en el calor del más débil aliento está la respiración que más tarde regresa, cuando el cuerpo se extiende en tristes dunas cuyas bocas no sorben más que lágrimas puras. Debo pretender que el delirio, por fin liberado, ha sido exhalado en un grito de silencio, posiblemente insano, pero ciertamente intenso. ¿Cómo podré desatar el coraje sin volverme presa de mí misma? ¿Cómo podré redimirme de mis propias ataduras?
El predestinado “NO” se pluraliza en recuerdos e ideas que me remontan a la vieja montaña, donde los altos vientos se arremolinan junto con todas estas emociones que aún habitan en las entrañas.
Es hora de alzar las manos en compañía de ella: yo; la existencia remota, la paralela gama de la sombra que ha vivido junto a mí. La única que me ha devuelto la sonrisa, aquella que incluso ha capturado cada lágrima con inmensa felicidad, la misma que ya no recuerdo desde esas fotografías… pues ella aún no danzaba sobre el tiempo que consume los sueños y lentamente va agrietando la tierra en donde confiamos nuestros pasos… aquél que cruelmente va opacando las nacaradas tonalidades de la célebre risa. Me pregunto por qué se alegra de que le dé todas mis penas, por qué se alegra de confiscarme todos mis miedos…  
Ella cargaba con una caja roja y desde que guardó todo ahí, gran parte de esa sombra, que no pude ver a la luz del día, ya se había esparcido. ¿Es acaso que nunca le di nada? ¿O que le di tanto que durante el gran trayecto se fue colando todo? ¿Desapareció en verdad o es que la tristeza siempre fue transparente? Tanto que nadie lo nota, tanto que sigo mintiendo.
Me siento tan falsa… quiero ser tan real como ella lo fue. Los siento tan falsos, tan vacuos y todo es tan nimio en estos tiempos de hastío. Un sueño más muere.
Ella me dijo que respirara profundo hasta limpiar mi garganta, y una vez desatado el dolor mirara hacia el sol, pues para mí, naranja es el color de la felicidad. Yo le obedecí como si me lo hubiera ordenado una madre. Nunca pensé en que entraría en tal conexión con ella, conmigo.
Los lazos del tiempo y su física se rompieron por unos instantes y no hubo ley alguna que me impidiera salir de ese sueño, que por supuesto, no lo era.
Fue como juntas abrimos el artefacto a la par y al compás de la brisa, nuestros rizos aletearon lúdicos. Nos miramos. Nunca había experimentado tal ternura. Ella seguía riendo con esa voz delgada y esa risa plena y dulce e inocente. La besé en la frente y ella me abrazó con fuerza.
No quería dejarla ir. La extrañaba aun teniéndola frente de mí, pero había un predestinado NO dentro, el cual debía tener presente, tanto como el que en ese momento se iba, como el que ahora mismo nos deja, como el que ni siquiera existe. El predestinado NO, esa resistencia, esa rebeldía NO me dejaban arrojar todo el pesar, porque aún en la felicidad había nostalgia. Pero fue ahí que comprendí que ésta no debe predominar marcando la derrota, sino ser la debilidad y la fuerza, el paradójico dualismo que hemos de llevar oculto, como una cuchilla, como un sueño que revive en las llamas del sol. El predestinado NO siempre estará, siempre será. Pero hay un duelo constante que aguarda sobre la montaña, y con él deberemos confrontarnos con la misma fuerza que alguna vez nos ha empujado a rendirnos.  




Catálogo Messier

-Los Objetos Messier-

Fueron enumerados del M1 al M110 los objetos astronómicos detectados (en su mayoría) por el francés Charles Messier, que en un lapso de 7 años aprox. pudo observar 103 objetos, a los que denominó en conjunto "Catálogo Messier", (originalmente "Catalogue des Nébuleuses et des amas d'Étoiles, que l'on découvre parmi les Étoiles fixes sur l'horizon de Paris"


Alrededor de todo el mundo, astrónomos aficionados, celebran año tras año el Maratón Messier, incluso aquí en México, en donde se realizan actividades mixtas, sin omitir el principal objetivo, que es encontrar la mayor cantidad de objetos Messier durante la estancia nocturna.


Si quieren saber más acerca de esta fascinante "guía" pueden acceder al siguiente enlace y descargarlo.




http://es.scribd.com/doc/151244883/Catalogo-Messier

La Espera


Rota, rota en silencios, rota en notas y en un desvelo lleno de sombras. Se desangran las horas, se detiene el tiempo. Rota, muerta... 
Todos somos falsos como esas sonrisas, como aquellos sueños...
Retrato sin rostro, máscara perdida. Tan sólo en mi recuerdo te tengo.
Hoy te alejo.  Hoy te dejo en este vacío entreabierto, mientras la herida sana.
Hoy te dejo junto con las palabras y me voy con más de lo que pude dar, y con todo lo que pudo ser. La espera termina. Apago la vela. Amanecer.


Petrificada Quimera

Petrificada Quimera

Soy la estatua impenetrable, que de vez en cuando se rompe en el diluvio y en la noche, y que hoy se entierra en extraviada mirada, cuya dirección emerge hacia la luz, aún en la delirante necedad que impulsa a la negación.
Cierro los párpados con fuerza, pero no sirve de nada; ahora mi cuerpo petrificado yace sin ritmo ni destino en un viaje incontrolable. Los reflejos poco astutos y los destellos difusos me hacen perder el sentido de todo. El espacio se contrae en simples quimeras, que lentamente se colocan suspendidas en la infinidad de lo imposible. Las palabras se comprimen y se reducen en una especie de sueño auto inducido, que sólo me confirma cuán despierta permanezco.
Soy estatua que atestigua lo indescifrable en un laboratorio laberíntico de humeante labia de lava azul, y evaporados matices lumínicos, que hoy juegan conmigo, mientras lo voy perdiendo todo poco a poco, incluso mi juicio.

Escultura: Javier Marín.

Crónicas Marcianas de Ray Bradbury


"La Tercera expedición", llevada a cabo por un séquito de hombres que viajan hacia el planeta rojo en busca de descubrimientos y aventura, es el comienzo de una fascinante y reflexiva, aunque confusa y delirante visita por los engañosos suelos de Marte y a sus habitantes, que ciertamente no parecen ser muy distintos a los humanos, tanto en costumbres y rasgos, ¡incluso lenguaje!. 
¿Un viaje en el tiempo? ¿Una visita al pasado? A primera instancia, este planeta parece remontarse hasta los años 20, y los tripulantes, excitados y contrariados a su vez, parecen experimentar diversas opiniones al respecto, sin embargo no tienen la certeza de qué es lo que les aguardará en ese enrarecido y misterioso sitio... 

"-Bueno, pienso que reordenaría la civilización de Marte, de modo que se
pareciera, cada día más, a la de la Tierra. Si fuese posible reproducir las plantas,
las carreteras, los lagos, y aun los océanos, los reproduciría. Luego, mediante una
vasta hipnosis colectiva, convencería a todos en un pueblo de este tamaño que
esto era realmente la Tierra, y no Marte.
-Bien pensado, Hinkston. Creo que estamos en la pista correcta. La mujer de
aquella casa piensa que vive en la Tierra. Ese pensamiento protege su cordura.
Ella y los demás de este pueblo son los sujetos de¡ mayor experimento en
migración e hipnosis que hayamos podido encontrar.
-¡Eso es! -exclamó Lustig.
-Tiene razón -dijo Hinkston.
El capitán suspiró.
-Bien. Hemos llegado a alguna parte. Me siento mejor. Todo es un poco más
lógico. Ese asunto de las dimensiones, de ir hacia atrás y hacia delante viajando
por el tiempo, me revuelve el, estómago. Pero de esta manera... -El capitán
sonrió-: Bien, bien, parece que seremos bastante populares aquí.
-¿Cree usted? -dijo Lustig---. Al fin y al cabo, esta gente vino para huir de la
Tierra, como los Peregrinos. Quizá vernos no los haga demasiado felices. Quizás
intenten echarnos o matarnos.
-Tenemos mejores armas. Ahora a la casa siguiente. ¡Andando!
Apenas habían cruzado el césped de la acera, cuando Lustig se detuvo y miró a lo
largo de la calle que atravesaba el pueblo en la soñadora paz de la tarde.
-Señor -dijo.
-¿Qué pasa, Lustig?
-Capitán, capitán, lo que veo...
Lustig se echó a llorar. Alzó unos dedos que se le retorcían y temblaban, y en su
cara hubo asombro, incredulidad y dicha. Parecía como si en cualquier momento
fuese a enloquecer de alegría. Miró calle abajo y empezó a correr, tropezando
torpemente, cayéndose y levantándose, y corriendo otra vez.
-¡Miren! ¡Miren!
-¡No dejen que se vaya! -El capitán echó también a correr.
Lustig se alejaba rápidamente, gritando. Cruzó uno de los jardines que bordeaban
la calle sombreada y entró de un salto en el porche de una gran casa verde con un
gallo de hierro en el tejado.
Gritaba y lloraba golpeando la puerta cuando Hinkston y el capitán llegaron
corriendo detrás de él. Todos jadeaban y resoplaban, extenuados por la carrera y
el aire enrarecido."

Fragmento del relato "La Tercera Expedición", tomado del libro: Crónicas Marcianas, de Ray Bradbury.